Está fuerza bien de ver películas antiguas, como la famosa Allò que el vent s’endugué, Els deu manaments o El cuirassat Potemkim. Lo hacemos cuando vamos al pueblo y por TVE pasan también programas de hace años, en la serie
TVE a chorro hecho, mientras la mainada come llepolías y fuera los payeses vuelven del trozo. Endollamos el aparato y listos!
Tanto se me da como vista la gente, en cuerpo de camisa o en calza corta. Aquí todo es más calmado y la gente más seria y ferma. Son unos payos muy aixaridos, que trabajan bien, sin ñaps constantes, ni pedazos, porque son buenos profesionales y nada potineros. Y el sentimiento de compañonía es muy elevado y el de solidaridad también. Hace el efecto que cumplen hilo por randa lo que dijo Jesucristo: "Estimeu-vos els uns als altres".
Vivir en un pueblo no es que sea como Alícia en terra de meravelles, pero tiene su qué, muchas cosas positivas. La canalla juega a fetamagá y se inventa su cau para los animales y su amagatall donde esconderse. La verdad es que no y vamos mucho, al pueblo, pero allí todo es muy agradable, distinto, incluso cosas elementales como salir a lanzar la broza. Y cuando sucede quelcom que rompe la monotonía todo hombre habla del tema.
El tiempo va como dice el refrán, a poc a poc i bona lletra, porque ya se sabe que de mica en mica s’omple la pica. Hay profesiones, ya desaparecidas en la ciudad, que todavía y perduran, que han pasado de padres a hijos porque la sabiduría popular ya asegura que
fills de gats agafen rates, como dicen en catalán.
Desde casa nuestra se ve el mar a lo lejos, incluso algunos bajeles navegando, no solo de carga y cruceros, sino también los de pesca de arrossegament. El ayuntamiento es una antigua casa pairal señorial, tancado a su alrededor con una tanca de madera pintada con un color llampante. En el taulell de recepción està el señor Cots, con su característivo escuradientes en la boca y su crosa inseparable desde que tuvo un accidente, hace ya años, cuando fue atropellado por un coche cuyos ocupantes venían de una noche de sarau y disbaucha.
El conductor, que al principio se hacía un poco el fachenda, intentó hacer ver que no y era todo, que no fue consciente de la situación, pero el mal ya estaba hecho. Cale reconocer que, de casos com estos, en el pueblo, no en tenemos muchos, felizmente, y estos irresponsables eran unos capsigrañs, unos ensas, unos carallots. La gente debe ser prudente en el espacio público y adonarse de sus limitacions, porque ya lo decía y bien Sócrates:
Coneix-te a tu mateix.
La fiesta mayor, que coincide con mi aniversario, tiene mucha trempera. Los amigos, como es lógico, me cantan el obligado
Aniversari feliç, aniversari feliç!, aunque los más pequeños van a lo suyo, con su
Anys i anys, per molts anys, a la una per molts anys, que es lo que ven en la tele. Las calles estan de gom a gom de gente de los pueblos vecinos y de la ciudad y el comercio está contento. Objetivo asolido, pues.
Estos días los horarios son más flexibles y todos sabemos que los jóvenes no harán caso de la recomendación de volver a casa no más tarde de cuartos de una y cuando llegan ya son las dos tocadas. A veces pasan cosas divertidas. Como cuando el barbero se enfadó con su mujer y tuvo celosía de un forastero que le hacía el ojito, sin adonarse que aquel tenía un tic nervioso. Suerte que lo vio pronto y no se acabó embolicando la troca.
Me gusta sentarme a la fresca, bajo el rafal de la entrada de casa nuestra y releer a los clásicos: Gabriel Ferrater, Joan Fuster, Guillem Viladot, entre otros. Siempre se aprende quelcom, claro. Y me encantan las citas de personajes históricos, como Hannah Harendt (
Escollir el mal menor et fa oblidar que esculls el mal), Albert Camus (
La justícia és com la democràcia. O és total o no existeix), o Albert Einstein (
Hi ha una força motriu més poderosa que el vapor, l’electricitat i l’energia atòmica: la voluntat). Y ya os he hecho cinco céntimos de mi vida en el pueblo, d’acord?
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